Mientras funcionarios de Estado, Federación y Municipio acuden a las zonas de mayor concentración y no dudan en tomarse la foto, la realidad es que la zona sur del Valle de Mexicali ha sido olvidada tras el terremoto que sacudiera el estado el pasado 4 de abril. Ahí familias no tienen alimentos, ni casa, ni ropa, ni apoyo. La ayuda oficial, la inversión no los ha alcanzado.
Cristian Torres Cruz
Para muchos ni existen. Son los habitantes de la zona sur del Valle de Mexicali en donde si bien han recibido alguna clase de apoyo, la realidad es que éste ha sido por parte de la misma sociedad, aquella que el gobernador del estado despreciara en las primeras horas del terremoto que sacudió al Estado el 4 de abril. Fue hasta que llegó la energía eléctrica cuando se dieron cuenta de la devastación en el Valle de Mexicali.
En ejidos como el Oaxaca, Zacamoto, Michoacán de Ocampo, Nuevo León, la ayuda llegó varios días después, pero zonas como el Indiviso, El Mayor (actual reserva de la Comunidad Cucapah) y Colonias Nuevas, los apoyos aún no arriban.
El Indiviso, pueblo fantasma
De la noche a la mañana el poblado El Indiviso (ejido Doctor Oviedo Mota) se convirtió en pueblo fantasma, último ejido en el mapa del Valle de Mexicali, se quedó totalmente incomunicado, lo que provocó el pánico entre los habitantes que decidieron huir a un lugar conocido como la Mesa de Andrade ubicado en el extremo de Sonora, ahí levantaron un campamento en medio del desierto pero con la característica de ser la parte más alta de la zona.
El principal temor de los habitantes fue el hecho de que brotaba agua del subsuelo, tan sólo hace falta escarbar metro y medio para encontrar el preciado líquido, por lo que al desquebrajarse varios canales el temor de los habitantes era quedarse bajo el agua.
La ayuda que llegó a esa zona fue de San Luis Río Colorado y del Ejército Mexicano, no fue hasta pasada una semana cuando la primera dama del Ayuntamiento de Mexicali Laura Ramírez de Valdez llegó a repartir cerca de 150 despensas a las poco más de mil 200 personas que en un momento dado se dieron cita, 600 de ellas tan sólo del ejido Indiviso, ahí haciéndolos firmar por cada despensa recibida.
Pero la Primera Dama mexicalense intentó entregarla a sus gobernados de Baja California, cuestión que provocó el descontento de la comunidad, ya que el gobierno de Sonora no había reparado en distinguir de dónde provenían los damnificados.
“Ha llegado muy poca ayuda por parte de empresas y particulares de Baja California, del gobierno nada”, dice en un tono molesto Alma Rosa Pérez, esposa del titular de la delegación del Riíto de San Luis Río Colorado, fuera de las insuficientes despensas entregadas por Ramírez de Valdez dijo que las autoridades no han regresado.
Mencionó que actualmente tienen un aproximado de 700 personas que aún residen en este campamento, muchas por el temor a los temblores los cuales no han dejado de cimbrar la tierra, otros debido a las afectaciones que han tenido en sus casas.
Julia Matilde Sigala vivía en El Indiviso hasta el domingo 4 de abril. No ha podido regresar ya que su casa fue “diagnosticada” con daños estructurales, por lo que quedó imposibilitada para su uso, actualmente vive con su familia en el campamento de la Mesa de Andrade, pero espera pronto regresar a su vivienda. “Necesitamos que nos apoyen de perdida con una casa de campaña o algo porque dormimos todos amontonados en esa casa (de campaña), ahí llegan todos los partidos políticos pero a la hora de que los ocupamos ni se acuerdan de nosotros, ni se vuelven a parar siquiera”.
Al igual que Julia, Miembros de la Comunidad Cucapah instalados en El Indiviso también decidieron refugiarse en la Mesa de Andrade, la cual no es otra cosa que un pequeño cerro en medio del desierto.
Esta comunidad vive prácticamente de la pesca de la Curvina Golfina, la cual capturan en el Zanjón, la entrada al mar del Golfo de California, actualmente medio destruido por el terremoto de 7.2 grados.
“Fue algo terrible para nosotros, se hizo otro río, a nuestro campo no llegamos porque estaba bastante destruido, pero de hecho nos tiene muy preocupados unas manchas negras como si fuera aceite, en el agua que surgieron, con esta marea no pudimos pescar nada”.
Indicó que la vivienda de su hijo quedó destruida por el temblor, inutilizado el terreno ya que una grieta de aproximadamente un kilometro de largo pasa por en medio de la modesta casa. De la ayuda dijo que esta les ha llegado por parte del delegado de Riíto, miembros de la sociedad civil y estudiantes de la Universidad Autónoma de Baja California.
En el mismo Indiviso a la sombra de un árbol se encuentra el campamento de la familia de José Guadalupe Cabello Vega, persona de edad avanzada que sin temor es claro en su hablar: “Estamos afuera porque sigue temblando, aquí estamos a que se calme y regresarnos a nuestros hogares los que lo tengan bien”; mencionó que el apoyo que han recibido ha sido principalmente de particulares de Mexicali y Estados Unidos.
Inconformes con la ayuda
Mientras tanto en la delegación Colonias Nuevas, conocida como el “Kilómetro 57”, ubicada a una hora de Mexicali, la ayuda llegó apenas el lunes 12 de abril, aunque Julio Ortiz Jiménez no pudo reconocer quiénes eran los encargados de repartir las despensas, pero dijo estar muy molesto en la forma en que hizo todo el procedimiento.
“Nomás le estaban dando a la gente que ni era del 57, pura gente que ni conocíamos, estuvieron dándoles comida y todo y a los residentes de aquí nos dieron pura agua, yo creo que al 80 por ciento nos dieron pura agua, y las casas de campaña y la comida eran para gente que ellos tenían conocidos, lo que tengo es hambre, les dije”.
Los damnificados también se encuentran a unos 10 minutos de Colonias Nuevas, ubicados a escasos 20 metros de las vías del tren la familia de María Guadalupe Rentería López vive en un campamento improvisado, en su casa, la pared se desprendió del techo, por lo que temen que en cualquier momento la vivienda termine por ser vencida por la gravedad, “tenemos miedo, a la carrerita entramos a hacer comida y nos salimos, tengo miedo porque tengo muchos hijos y temo que se les vaya a caer la pared”.
Dijo del apoyo que apenas el domingo 12 de abril llegaron soldados a apoyarlos pero además algunas personas de repente.
Durango, otro ejido en el olvido
En el Ejido Durango, los daños del terremoto fueron de consideración. Ubicado a 7 kilómetros de la carretera a San Felipe fue uno de los poblados más cercanos al epicentro. Una buena parte de los habitantes se refugiaron en el Faro, donde se han instalado varios campamentos por parte del Gobierno del Estado para apoyar a familias con daños.
Juan Carlos Martínez reprocha la falta de apoyo por parte del gobernador José Guadalupe Osuna Millán, “estamos inconformes con el gobierno porque nos dicen que nuestra vivienda si está habitable pero el terreno no sirve, ayer fueron a mi casa y me dijeron que me podía devolver, pero nosotros lo que queremos es que nos digan que el terreno se puede habitar y hasta en una casita de campaña nos vamos a vivir”.
Dijo que no confían en lo que le han dicho, ya que a su vecino se le inundó su domicilio de agua que surgía del suelo, por lo que pide ser reubicado, porque “prácticamente no sirve el ejido”, además señaló que la ayuda por parte del gobierno empezó a llegar hasta el sábado 10 de abril, y fue insuficiente. Han sido particulares y ciudadanos norteamericanos de quien reciben apoyo.
En la comunidad de El Mayor el gobierno todavía no ha llegado; ubicada por la misma carretera a San Felipe, algunos residentes han perdido sus hogares, los cuales sufrieron daños estructurales, incluso terrenos quedaron inutilizados por las grietas que parten al ejido en dos.
En esta zona se encuentra otra parte de la comunidad indígena Cucapah, de ahí Mónica Paulina González Portillo manifestó su preocupación ya que hasta el cierre de esta edición muchas familias no habían podido vivir en sus domicilios, tan sólo en el poblado, siete casas quedaron destrozadas además de que en los alrededores otras casas se fueron al río.
No fue hasta el martes 13 de abril cuando elementos de la Cruz Roja llegaron con una casa de campaña, y sólo los primeros días llegaron algunas despensas pero después sólo ha sido la propia comunidad la que los ha seguido apoyando.
Además actualmente se encuentran imposibilitados para pescar, su principal fuente de ingresos, y mantienen una deuda por la adquisición de motores fuera de borda que consiguieron con una aportación gubernamental.
Sobre la ayuda responde: “Tal vez porque estamos un poquito más lejos y luego llega, ¿no?, quiero pensar yo así”, dice Mónica, dirigente de la etnia Cucapah.
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