viernes, 6 de mayo de 2011

El legado de Elba Esther Gordillo



Por Ricardo Raphael
En principio resulta injusto, para con la inteligencia propia, colocar como razón del fracaso educativo a una sola persona, así sea ésta la más poderosa del aparato docente nacional. Sin embargo, fue este personaje público quien obtuvo para sí un asiento privilegiado dentro del argumento de la catástrofe. Durante los últimos veintidós años de historia, con acucioso esfuerzo Elba Esther Gordillo se ha promovido como la gran decididora, el factor determinante, la última instancia de la educación en México. Ella no soporta pasar desapercibida. Acaso sea éste el más craso de sus errores políticos.
Todos los diagnósticos confirman el gran fracaso del Estado mexicano con respecto a la política educativa. Lo que hace un par de décadas fue calificado por Gilberto Guevara Niebla como una catástrofe silenciosa, es hoy una catástrofe escandalosa. La unanimidad en el diagnóstico se impone entre los expertos, las agencias internacionales y nacionales, y también entre los docentes. Según los números ofrecidos por Leticia Juárez en larevista Nexos (mayo 2011), 63% de los maestros y 65% de los padres de familia califican entre regular y muy mala la educación que se imparte en las escuelas mexicanas.
Tal percepción coincide con la crítica que los docentes hacen sobre la manera en que la líder vitalicia del magisterio ha manejado los asuntos educativos. Siete de cada diez le señalan por un desempeño que oscila entre lo malo y lo pésimo. Por obra de su protagonismo y también por el trágico estado que guarda la educación, catástrofe educativa y Elba Esther Gordillo se han vuelto argumentos siameses. A estas alturas, la posibilidad de que esta líder política logre remontar tan adversa mirada social es prácticamente ninguna.
Su principal legado lo constituye hoy un monumental sistema de vetos confeccionado para defender los intereses de la cúpula magisterial; un cerco de impunidad fabricado por materiales financieros, burocráticos y electorales que juega en contra de la educación. Como bien afirma Olac Fuentes Molinar – uno de los estudiosos más respetados en esta materia – el principal problema ha sido “que el gobierno de la República entregó a un grupo político, en particular a un personaje, la rectoría de la educación en el país.” O, en términos de Carlos Ornelas, el gobierno de la educación básica ha sido colonizado por una camarilla – dominada por la corrupción y por arreglos ilegítimos de poder – que tomó control, tanto de las instituciones del Estado, como del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE).
Esta camarilla, bajo la conducción de Gordillo Morales, ha marginado a los maestros, a los padres de familia, a la autoridad pública y a la sociedad en general de los procesos más relevantes. Muy hábil ha sido también para resistirse al cambio. Es enemiga de la profesionalización y dignificación del docente, es opositora a la democracia sindical, es dueña prácticamente única de más de un millón de plazas dentro del sistema educativo mexicano.
El inmenso poder acumulado por esta camarilla no tiene la llave pero sí el candado que cierra toda posibilidad de transformación. Actualmente 22 secretarios de educación en los estados y 60% de los puestos de trabajo – tanto en la SEP como en la burocracia educativa local – han sido entregados en función de la lealtad política y no a partir de las capacidades. Sobresale entre estos nombramientos el del subsecretario de Educación básica, Fernando Gonzáles Sánchez, a la sazón yerno de la señora Gordillo.
Ya sólo falta que uno de los suyos, o ella misma, terminen ocupando la oficina que algún día fuera de José Vasconcelos. Durante el pasado mes de marzo, en un programa de televisión conducido por Leo Zukerman, la líder del magisterio aprovechó para proponerse como la secretaria de Educación del próximo sexenio. Probablemente con este objetivo en mente vaya Gordillo Morales a construir sus alianzas electorales de cara a los comicios de 2012.
De todas sus herencias, quizá la más lamentable tenga que ver justamente con que sus prioridades han estado siempre más cerca de la urna de votación que de las escuelas. Como ningún otro poder fáctico ella ha sabido colocar los recursos de que dispone – dinero y clientelas – al servicio de aquellos partidos o candidaturas que mejor refuerzan su control sobre el aparato educativo.
No sólo ha sido exitosa en sus negociaciones cuando se trata de presidencias municipales, legislaturas locales y federales o gubernaturas. El mayor logro ha sido subordinar a la presidencia de la República frente a sus intereses políticos y económicos. Huelga decir que la inmunidad otorgada desde las más altas esferas del Estado le ha permitido también celebrar formidables negocios cuyo fruto gusta de ostentar públicamente.
No es novedad en México que la burocracia magisterial se ponga al servicio de los partidos. Se trata de una tradición nefasta que se institucionalizó en el país desde los años cuarenta del siglo pasado. A cambio de los votos que el SNTE llevó al PRI, el Estado mexicano abdicó a varias de sus responsabilidades fundamentales. Sin embargo, la mayor parte del tiempo hubo una limitante puesta para prevenir los peores atropellos de la cúpula magisterial. Quien ocupaba la secretaría general del SNTE sabía que no era posible pasar por encima de la voluntad presidencial.
Una vez ocurrida la alternancia panista, ese límite se extravió. El gobierno de la República perdió la poca capacidad que le restaba para conducir la política educativa. Con tal de que Elba Esther Gordillo se mantuviera como aliada del gobierno federal, tanto Vicente Fox como Felipe Calderón le entregaron a esta líder sindical prácticamente todo lo que exigió.
Se trata de una de las paradojas más interesantes en la vida del PAN. El partido que con mayor vigor combatió, desde la oposición, el clientelismo priista, no quiso ya en el poder prescindir de los recursos públicos que el magisterio sabe ofrecer para beneficio de sus aliados. Esta paradoja tendrá que resolverse en breve. Desde las filas del PRI, Enrique Peña Nieto ha invitado a la profesora Gordillo Morales para que le acompañe en la conquista de la casa presidencial. De aceptar, ella tomaría la decisión de dar por concluida su década panista.
Sin embargo, la maestra no es líder sindical gracias al voto democrático de sus representados. El poder que hoy ostenta la profesora se debe, en buena medida, a la tolerancia que el jefe del Ejecutivo en turno le ha brindado. Ese apoyo político, anclado desde la cúspide, podría verse disminuido durante el periodo que duren las campañas por venir. En otras palabras, cuando la relación entre Felipe Calderón Hinojosa y Elba Esther Gordillo se resquebraje, una breve ventana de oportunidad se abrirá a favor de la educación. La sociedad mexicana no debería extraviar esa formidable circunstancia.
Arrebatarle a la cúpula del SNTE la gestión de las plazas de los docentes, de los directores y los supervisores para resolver, de una vez, la muy necesaria carrera magisterial sería una opción más que deseable. Si la vida laboral de los docentes deja de depender de la camarilla que hoy le regula, el Estado recuperará para sí el primer eslabón de la gobernabilidad sobre el sistema educativo.
Esta es la propuesta que la Coalición Ciudadana por la Educación promueve: impulsar un movimiento ciudadano que, aprovechando la división de las élites, logre devolverle a las y los maestros mexicanos la autonomía y dignidad que la cúpula sindical del SNTE les ha expropiado.
De desperdiciar esta oportunidad, después de las elecciones del 2012 podríamos estar viendo a la profesora Elba Esther Gordillo despachar frente a la plaza de Santo Domingo. Como dice el escritor Charles Bukowski: ¡nunca se está tan mal que no se pueda estar peor!

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