Grupo Reforma
Septiembre 2010
No hay nada peor que te despierte una llamada telefónica a las 02:30 de la mañana.
Al primer timbrazo del teléfono piensas, de manera por demás tonta: "ya pasó algo". Pues claro que pasó algo, si no, no te estarían llamando a esas horas, a menos que fuera un loco borracho.
Al segundo timbrazo escuchas un ¡paz!, que es el trancazo que se pone tu esposa al levantarse a buscar en medio de la oscuridad, según dice, "el maldito teléfono, que para variar dejaste quién sabe dónde, desgraciado".
Al tercer timbrazo sabes que no están marcando un número equivocado y que realmente quieren hablar contigo. Sobre todo cuando tu mujer te dice:
-Es para ti.
-¿Para mí?, ¿pues quién es?
-Te llama el Presidente.
"¿Para qué diablos me hablaría Felipe Calderón a las 2:30 de la mañana? -te preguntas tratando de entender lo que sucede- ¡Ah, ya sé! Se me hace que lo agarró el alcoholímetro otra vez". Pero, no, de inmediato desechas esa idea, porque sabes que el Presidente no maneja cuando toma, ni toma cuando gobierna. De hecho, ni siquiera sabes si toma.
Como para cerciorarte de que lo que estás oyendo es real y no es un sueño, le preguntas a tu señora, que ya para ese momento está hecha una auténtica furia: "¿el Presidente?, ¿a mí?, ¿cuál presidente?". Y ella responde: "pues ¿cómo cuál Presidente, baboso? Ni modo que el de la botella".
Entonces, tú, como tratando de entender todo, le respondes: "¿No es el de la botella? Mmmm... ¿si no es Calderón, entonces de qué Presidente me hablas?". Pero ella te avienta el teléfono, harta de ti y tus malos chistes: "¡Contesta! Ah, y vete a la sala porque me quiero dormir".
Tomas el teléfono, te vas como regañado a la sala y hablas con voz baja para no despertar a tu querubina:
-¿Bueno?
-Hola compatriota, te llamo para informarte que el próximo jueves es mi Informe...
-¿Y a mí que carajos me importa?
-Quiero que sepas que en mi Gobierno se han construido más caminos y carreteras que en ningún otro sexenio.
-¿Y para eso me está llamando en medio de la madrugada?
-Es que, mi estimado compatriota, es muy importante que sepas que en mi gobierno se ha duplicado el número de personas afiliadas al Seguro Popular.
-Ay, Presi, ¿pero cómo a estas horas? ¿Pues que acaso no sabe la regla de oro? Apréndasela de una buena vez: ¡cuando tomes no agarres el teléfono! ¡Uy!, si viera en las broncas que me he metido por marcar estando borracho. Creo que se conoce como el Síndrome de la Cruda Telcel.
-Y para que la droga no llegue a tus hijos.
-¡Carajo! Ni me hable de drogas, Presidente, que me acuerdo con dolor de que compré la pantalla de plasma a 32 meses sin intereses y apenas vamos en la mensualidad número dos. Me faltan 30. Para cuando acabe de pagar esa televisión, va a ser más obsoleta que cualquiera de sus iniciativas de reforma petrolera.
-Mi compromiso con la calidad de la educación, ¡es indeclinable!
-¿Sabe qué? Una de dos: o usted ya está muy necio o yo estoy demasiado sobrio.
-¿De plano?
-Sí, mi Presi. Hábleme otro día, pero más tempranito. Bueno, mejor hábleme sólo cuando ya haya metido en cintura a Elba Esther Gordillo.
-¡Uy!, compatriota, mejor dime que no te llame.
-¡Mírelo! Sí entiende las indirectas. Ándele a dormir, que no son horas para los chiquitos.
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